No es ninguna idea de vanguardia ni original
que utilizamos utopías como estrellas guías para direccionarnos hacia la
sociedad que anhelamos. Nos valemos de ideales rectores que no necesariamente
se corresponden con lo que acontece en la realidad cotidiana. Por este motivo,
aquellos que tratamos de tocarlos con nuestras manos se nos tilda de soñadores, de vivir en una
realidad que solo existe en nuestras mentes y deseos.
¿Es acaso irreal pensar que las cosas pueden
cambiar? ¿Es ilógico creer que la sociedad puede ser diferente? La respuesta a
ambas preguntas es NO. Si así lo fuera, aun estaríamos viviendo en una época de
oscurantismo. Vivieron personas que se atrevieron a imaginar las cosas de
manera diferente, lucharon por cambiar las verdades que se creían absolutas e
incuestionables. Hubo, hay y habrá soñadores idealistas que irán en contra de
la corriente del sentido común, en contra de la apreciación de los hechos de
sus contemporáneos. No son pocos los locos que así sueñan.
Kant
nos dio una idea de libertad, que es una más en la larga historia de la
filosofía, pero nos atañe por lo que aquí queremos exponer. Muy escuetamente
explicada, plantea lo siguiente: en el reino de la causalidad y la necesidad -que
es el mundo de la naturaleza- el hombre no es libre, pues nunca podrá escapar a
la determinación de la ley de causa-efecto. Ud. no puede elegir vivir
eternamente, no puede elegir no morir. No obstante, en el reino inteligible o
transcendental donde rigen las leyes de la moralidad el hombre si es libre,
pues el se sitúa como punto inicial, como originador de un acto y sus consecuencias.
No hay constricciones externas si no que la propia voluntad es la determinante.
En otras palabras, para Kant, en el ámbito de la moralidad el hombre se vuelve
plenamente responsable de sus actos. Puede decidir realizar o no determinada
acción, siendo esta capacidad de elección la Libertad en sí puesta en práctica.
Aquí, para el filósofo, la regla para decidirse por una alternativa son las
leyes éticas que atañen al Deber Ser.
Sabemos que esta postura kantiana ha sido
criticada desde distintos puntos, principalmente sosteniendo que esta es una
visión moralista euro-centrista de la
época en la que vivió. Sin refutar esto, llamamos la atención de que aquí nos
interesa una cuestión que creemos central: EL hombre es responsable de sus
actos. En última instancia, y aunque se encuentre en peligro su vida, él es
libre de elegir si roba o no, si cobra venganza o no. Matar es matar, ya sea
deteniendo o perpetrando un delito, como soldado en una guerra, o en defensa
propia. Aunque él no matar signifique perder la vida, el hombre sigue teniendo
la libertad y responsabilidad moral de elegir matar o no. El Deber Ser está
siempre presente, no caduca.
En este punto ¿Qué moral queremos como
estrella guía para nuestra sociedad?
¿Por cuál utopia queremos luchar? No podemos atrevernos a tomar el derecho de
decir lo que piensan o creen todas las personas, pero si podemos decir cuál es
la sociedad que nosotros queremos. Queremos una sociedad que no se rija por la
Ley del Talión, sino por la idea de Mohandas Karamchand Gandhi “ojo por ojo nos
quedamos todos ciegos”. No somos ingenuos, sabemos que esta es solo nuestra
estrella guía, sin embargo, hay caminos y caminos para llegar a esta meta.
¿Qué camino consideramos adecuado? El del
Estado de Derecho, a sabiendas que subyacen en el desigualdades, injusticias,
imperfecciones y lagunas legales - aunque Hans Kelsen diga que estas no existen
-. Todas imperfecciones, en algunos casos malevolencias, que pueden ser
modificadas, cambiadas – si es que así lo deseamos-.
¿Con que sustento filosófico-político? Con
el que postula que el hombre ingresa o funda – para nuestra argumentación es
indiferente cual de los dos- la Sociedad Civil para resguardar la vida y la
propiedad (entendida en sentido amplio), pero también renuncia a la potestad de
hacer justicia por mano propia, debido a que al ser parte de la causa, sus
pasiones pueden transformar en un parpadeo la justicia en un castigo desmedido,
más aun, en venganza o sed de sangre. Solo mencionaremos, porque no podemos y no
debemos omitir, que la Libertad y la Igualdad deben ser pilares de esta
sociedad civil. Pilares que están en una constante y muchas veces insalvable
tensión, pero esta discusión exceden a este escrito.
¿Cómo transitar este camino? Podemos guiarnos
con una historia. Estaba un grupo de rebeldes sobre un punto alto de un cerro,
por un camino al píe de este pasaba una caravana de soldados enemigos, los
cuales no tenían oportunidad de defensa, siquiera de percatarse de la situación
en la que se encontraban. Los rebeldes tenían en la mira a los soldados
enemigos, solo aguardaban la orden del comandante para abrir fuego. Sin
embargo, este dio la orden de no disparar. Los rebeldes desconcertados e
indignados le preguntaron por qué no dio la orden de disparar, si los soldados
los hubieran fusilado de ser el caso contrario. El Comandante les contesto:
Justamente por eso no podemos y no debemos disparar. ¿Qué sentido tiene luchar
por cambiar las cosas si nos comportamos de la misma manera que lo hacen los
que nos subyugan? Si cambiamos las cosas debe ser para crear un mundo mejor.
Debemos crear un nuevo hombre.
Soñamos con una sociedad que no este preocupándose
por la impunidad, por que los delincuentes reciban un castigo, si no con una
que vuelque todos sus esfuerzos para evitar las condiciones estructurales-sociológicas-medioambientales
que sirven como caldo de cultivo para que surja la delincuencia. Con esto nos
referimos a que se trabaje conjuntamente para terminar o al menos disminuir lo más
posible la pobreza estructural y no solo la coyuntural. A que se trabaje para
garantizar una educación universal y de calidad. A que se trabaje para que la
salud sea de calidad y verdaderamente
pública, no mediada por obras sociales. A que se trabaje para generar una
verdadera igualdad de oportunidades para la vida en sí. A que se trabaje para
generar puestos de trabajo, sin que sea una premisa la predación del planeta y
la objetivación del ser humano. Estas son los tópicos a trabajar para terminar
con la delincuencia, no el camino de la mano dura y aumentar los efectivos de
seguridad. Estas últimas dos son soluciones paliativas, no definitivas, y
muchas veces contraproducentes.
Quizás no veamos en vida esta sociedad, pero
eso no implica que no debamos luchar por su construcción para que puedan
vivirla las generaciones futuras. Y si es que no llegamos a lograr crearla para
nuestros descendientes, debemos dejar sentado el ejemplo de que hicimos todo lo
posible, todo lo que estuvo a nuestro alcance para poder llegar a ella.