No es un error. No es una seguidilla de
errores. No es que “están aprendiendo”. Simplemente es la faceta nacional de la
avanzada neoliberal que vuelve a Latinoamérica. Ya sea de forma democrática o cuasigolpista,
bregando por referendos revocatorios hasta pasando por cualquier artilugio que
les permita volver a hacerse de un gobierno. Sin lugar a dudas, cambiamos.
Siendo Brasil el último ejemplo de la
restauración neoliberal en América Latina con el impeachment y posterior
destitución de la presidenta electa hace menos de dos años, la región hace
varios años que viene sintiendo el rigor de estas intentonas. Desde los golpes
de estado exitosos deponiendo a Zelaya en Honduras y Lugo en Paraguay, fallidos
en Ecuador y Bolivia, y la gravísima situación venezolana, ahora tenemos la
deposición de Dilma Rousseff mediante un fantoche jurídico-institucional que
valora más el voto de 61 senadores que la voluntad de millones de brasileños. En
Argentina, el neoliberalismo ganó en las urnas pero, de igual manera, es claro
que los gobiernos de la región están dejando atrás una época integracionista y
de desarrollo para ir a la caza de lo popular.
Es necesario aclarar que “lo popular”, para
quien le disguste el término o no le haya dedicado tiempo para comprenderlo, no
es un partido político, no se circunscribe a la peyorativa rotulación de
“choripanero”, ni nada por el estilo: lo popular sos vos. Lo popular es la
ciudadanía que no tiene cuentas offshore, que no lava plata ni hace lo
imposible para evadir tributar, que no está capitalizada en dólares y está
forzando devaluaciones para tener ganancias de magnitudes grotescas. Lo popular
es la clase trabajadora de un país que viniendo de la paliza noventera a la
clase media y después de varios años de ascenso social, está viendo cómo las
conquistas alcanzadas que la habían beneficiado supuestamente no las merece. No
merece calefaccionarse en invierno. No merece comprarse un auto, un aire acondicionado,
tener un celular, vacacionar, etc. Por lo visto, todo eso era una “ilusión” y
ahora es tiempo despertar..
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A casi diez meses de la asunción de Macri en
el ejecutivo nacional, la propuesta política de este gobierno es, ni más ni
menos, que un ajuste. Sólo para esto buscaban la presidencia. No es sorpresa
para los que fuimos acusados de cometer “campañas del miedo” cuando en las
primeras dos semanas en el poder anunciaron:
·
Liberalización
de importaciones.
·
Quita
de retenciones para el campo y exportadores.
·
Devaluación
de casi un 50% de la moneda.
·
Quita
de subsidios, bajo el mentado rótulo de “sinceramiento”.
A esto le continuó la campaña de la “pesada
herencia” para hacer un círculo completo de sentido, pero en realidad son estas
medidas las que dan una vuelta de campana a la matriz productiva de un país. Porque
detrás de la liberalización de importaciones hay una estocada fatal a las
medianas y pequeñas empresas que no pueden competir con productos de economías
extranjeras; detrás de la quita de retenciones, además de una grosera
distribución regresiva de la riqueza beneficiando a sectores que demasiados
beneficios ya tienen –y llevan a cabo una actividad con mínimo valor agregado-,
hay una desfinanciación monumental del estado que deja de percibir miles de
millones de pesos que no se vuelcan al mercado en igual cuantía (que las Toyota
Hilux hayan pasado a ser el vehículo más vendido no alcanza); la devaluación fue
hecha para asignar “competitividad” al sector empresarial (léase “abaratamiento
de la mano de obra” puesto que en la estructura de costos de una empresa los
salarios son medidos en dólares para ser comparado con otros países) pero esta
puede considerarse “exitosa” cuando le gana a la inflación, cosa que no ha
pasado. En cuanto a la quita de subsidios, que tenga que interceder la corte
suprema de justicia para dictaminar la ilegitimidad y desproporción de esta
política hace que sobren las palabras (aunque en el fallo de la luz,
considerado favorable para el gobierno, no se haya declarado sobre la cuestión
de fondo).
Todo esto está dirigido a frenar la inflación
por un decrecimiento en el consumo y, al mismo tiempo, una baja en la emisión
monetaria (lo único que un neoliberal sabe ver). Porque un neoliberal no puede
idear soluciones que no impliquen el despido de personal, lo que dan a llamar
como “políticas de austeridad” o la búsqueda de la “eficiencia”. Todas estas
son formas de encogimiento del estado. Volverlo a hacer bobo. Que no llegue
donde es deber del estado llegar.
Lo que este gobierno no alcanza a ver es que
los asalariados organizados no se pueden permitir negociar a la baja en
paritarias, volver a entrar en el doble dígito de desocupación ni admitir la
incipiente construcción de un ejército de reserva que socavará el poder de
negociación de los gremios. Es el estado el que está poniendo el ejemplo al
empresariado de que la solución es despedir empleados, fue este gobierno el que
frenó una ley antidespidos, y es esta administración la que está sentando las
condiciones para una flexibilización laboral.
No hay que mirar para otro lado. Se intenta
dejar atrás la política de defensa de los derechos del empleado/obrero (parte
más débil de la relación laboral) para pasar a una de “atracción de
inversiones” en la cual tus derechos pasan a ser adornos. Lo demostraron
haciendo un acuerdo con una cadena de comidas rápidas para negrear jóvenes por
$5000 máximo. Lo demuestran con el plan de empleo joven que propone exenciones
impositivas para quien emplee personas menores a 25 años cuando está demostrado
que esa medida nunca dio resultado.
Para esto le pagaron a los fondos buitres. Para
esto lanzan blanqueos revistiéndolos como “reparaciones históricas a los
jubilados”. Los dólares que tanto espera este gobierno que lleguen no traerán
el “empleo de calidad” que tanto proclaman. La “vuelta al mundo” de la
Argentina es de rodillas.
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Por otro lado, llama poderosamente la
atención el nivel de violencia en la retórica del nuevo gobierno llamando
“ñoquis”, “grasa militante” y “vagos” a miles de despedidos en el sector
público nacional. Cabe preguntarse, ¿cómo se puede alcanzar la prometida “unión
nacional” si los que ganaron muestran tan poca grandeza?, ¿si no demuestran solidaridad
con los tantísimos despidos por cuestiones políticas que se vienen dando en el
último año?, ¿si al asumir demandaron que la expresidenta termine su mandato a
las cero horas para que le otorgue la banda presidencial Pinedo?, ¿si Milagro
Sala sigue presa sin juicio?, ¿si los indicadores de pobreza pasaron en tan sólo
nueve meses del 26% a un 34%?, ¿si el derecho a manifestarse es trocado por un
“protocolo antipiquete” y así “empujar”
jubilados en Puente Pueyrredón?, ¿si el trabajo pasó de ser un derecho, a ser
un costo?
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Crecientemente, las calles comienzan a
hablar. Hablan con constancia y con verdad, decididas. Y no está de más
recordar, como Tito Livio rehusaba aceptar, que la voz del Pueblo siempre será
la voz de dios.
PERAITA,
8-9-2016